¿Puede un reloj automático durar toda la vida?

La promesa de un compañero eterno. En un mundo dominado por la tecnología efímera, existe un objeto que parece desafiar el tiempo: el reloj automático. La pregunta de cuánto dura un reloj automático resuena en la mente de aficionados y coleccionistas. ¿Puede una de estas piezas de microingeniería ser realmente para toda la vida? La respuesta es un sí rotundo. Sin embargo, este sí viene con un matiz crucial. Un reloj automático no es un mero accesorio, sino una máquina viva que necesita del cuidado y compromiso de su propietario. Su longevidad no es un regalo, sino un pacto entre su portador y la mecánica para trascender el tiempo y formar parte de los relojes que duran toda la vida.


Para entender la longevidad de un reloj automático, debemos adentrarnos en su alma mecánica y comprender las responsabilidades que conlleva poseerlo.

La verdadera vida útil de un reloj automático

A diferencia de un reloj de cuarzo, que depende de una batería con una vida finita, un reloj automático es una proeza de la ingeniería tradicional. En su interior, un complejo ballet de engranajes, muelles y rubíes sintéticos trabaja en perfecta armonía, impulsado únicamente por la energía cinética que genera el movimiento de su muñeca. Este mecanismo conocido como “calibre”, no está diseñado para ser sustituido, sino para ser mantenido. Nace con la vocación de ser reparado, ajustado y, en última instancia, de sobrevivir a su dueño original para ser heredado.

La clave para la eternidad: el pacto del mantenimiento profesional

La preservación a largo plazo de estos instrumentos de precisión depende directamente de un pilar fundamental: el mantenimiento del reloj automático. Los expertos recomiendan un servicio completo cada 4 a 7 años. Durante este proceso, un especialista desmontará por completo el movimiento, limpiará meticulosamente cada componente para eliminar aceites desgastados y partículas, lubricará de nuevo los puntos de fricción críticos y volverá a ensamblarlo, ajustando su precisión.

Ignorar estas revisiones es la vía más rápida para reducir la vida útil de un reloj automático, provocando un desgaste prematuro de sus delicadas piezas. Si bien el coste de este servicio puede variar significativamente (desde 150€ hasta más de 800€) dependiendo de la marca, la complejidad del calibre y si se realiza en un taller oficial o independiente. No debe verse como un gasto, sino como la mejor inversión para garantizar que siga funcionando perfectamente durante décadas.

Funcionamiento y cuidado en el día a día

Además del servicio profesional, el uso diario y el conocimiento de su funcionamiento son la clave.

  • La reserva de marcha: una de las dudas más comunes es cuánto dura la cuerda. La “reserva de marcha” es el tiempo que el reloj sigue funcionando una vez que se lo quita. La mayoría de los modelos tienen una reserva de entre 38 y 48 horas, aunque algunos relojes de alta gama pueden superar las 72 horas.
  • ¿Qué pasa si se detiene? Si deja de usarlo más allá de su reserva de marcha, el reloj se detendrá. Esto no lo daña en absoluto. Para reactivarlo, simplemente tendrá que ponerlo en hora y darle un poco de cuerda manual a través de la corona antes de volver a usarlo.
  • La precisión mecánica: su exactitud es un testimonio de su artesanía. Un modelo bien ajustado puede llegar a tener una desviación de apenas unos pocos segundos al día, demostrando una excelente precisión. Para mantener este rendimiento, es fundamental protegerlo de dos enemigos principales: los golpes fuertes, que pueden desajustar el mecanismo, y los campos magnéticos intensos (presentes en altavoces o cierres de bolsos), que pueden alterar la espiral del volante y afectar a su precisión.

Más que un reloj, un legado

Un reloj automático cuidado no solo le acompañará durante toda su vida, sino que se convertirá en parte de su historia. Se transformará en un testigo silencioso de su paso por el tiempo, un auténtico tesoro destinado a la siguiente generación. Al heredarlo, no estará pasando simplemente un objeto, sino una cápsula del tiempo que, con el cuidado adecuado, seguirá marcando las horas para las generaciones venideras. Así que, la próxima vez que se pregunte cuánto dura un reloj automático, la respuesta final no está en sus engranajes, sino en su muñeca y su compromiso de mantenimiento. Es de los pocos bienes que realmente perduran, un juramento silencioso entre la máquina y su dueño para convertirse en testigos conjuntos del diluir del tiempo.

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